Intento hacer los cincuenta kilómetros de Kioto a Osaka a pie, pero aproximadamente a mitad de camino empieza a llover, dándome una excusa perfecta para subirme al tren. Como siempre en esa zona de Japón, nunca se pierden de vista las casas, por muy rural que sea el área. Eso sí, se siente mucha tranquilidad al cruzar pequeños pueblos, campos de arroz, pasos de trenes… Al llegar a Osaka, ya de noche, me encontré la agradable sorpresa de que se celebraba un festival tradicional en el Dotombori, con barcos llenos de gente saludando a hombres vistiendo ropas tradicionales, y los típicos tenderetes de comida alineados junto al canal.

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